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(07) Otra Oportunidad --- Juan 21:15-19

 


Pedro en los siguientes dos días después de la crucifixión de Jesús vivió en estado de confusión. Sólo Juan presenció la crucifixión. Pedro prefirió sentirse a salvo en su casa o quién sabe donde. A salvo de todo, menos de su vergüenza y del temor.

 

La primera noticia que Pedro recibe estando oculto, fue la de María que le dijo que el cuerpo de Jesús había sido robado. Corrió hacia la tumba. Juan, por ser más joven, llegó antes. Al mirar la tumba vacía Pedro deseaba ser como Juan, cuyos ojos reflejaban su fe. ¡Él creía que Jesús había resucitado! A pesar de que el anhelo de Pedro era ese, seguía avergonzado y temeroso.

 

Por supuesto, ¡Jesús había resucitado de la muerte! En las dos primeras ocasiones en que El se apareció delante de todos, el corazón de Pedro estaba confundido. Por un lado, el Señor estaba vivo y era un tiempo de regocijo. Por el otro, él le había fallado y probablemente se preguntaba ¿me perdonará?

 

Días después de sus primeras dos apariciones, salieron de pesca en sus barcas. ¡Quién hubiera dicho que una noche de pesca miserable podría transformarse en un día tan glorioso! No pescaron nada. Mientras se enfilaban hacia la costa, un hombre les llamó desde la playa pidiéndoles que arro­jaran sus redes una vez más. Lo hicieron y recogieron tantos peces que las redes no podían soportar el peso.

 

Juan fue el primero en reconocer a Jesús. Juan dijo: “Es el Señor”. La esperanza estalló dentro de Pedro y este se arrojó al agua y nadó hacia Él.

 

 Dios quiere hacer grandes cosas a través de nosotros, pero dejamos que el pecado de la negación se anide como un cáncer en nuestro corazón.   Pedro lloró con amargura y arrepentimiento su traición a Jesús, pero Jesús no le abandonó

 

Ese día de pesca para los discípulos fue un maravilloso reencuentro con Jesús, sobre todo en la vida de Pedro. Después de tomar el desayuno que el Señor le había preparado, llamó a Pedro aparte. Pedro pensó que le reprendería. Pero, en lugar de ello, señaló a sus hermanos y le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿verdaderamente me amas [con el más noble amor (agapao)] más que éstos?”. (v.15).  Su pregunta le recordó las promesas que Pedro le hizo y que quebrantó.  Pedro ­nunca pensó que le preguntaría si lo amaba más que los otros. Lo que vino a su memoria  fue que un día le dijo, antes de su negación: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mat. 26:33). Cristo logró traer esa escena a su mente, y así avergonzarlo.   Pedro le contestó: “Si Señor; tú sabes [por experiencia (oída) sabes] que te amo [con un amor fraternal (phileo)]”  Phileo fue la palabra usada por Pedro y que figura en el Nuevo Testamento en griego: “Tu sabes que te quiero”. El Señor respondió: “Apacienta mis corderos” [cuida de alimentar a estos jóvenes discípulos];

 

Pedro tenía que ser renovado, no rehabilitado, puesto que él nunca fue excluido, a pesar de su ingratitud y la profunda herida que causó en Jesús. El daño hecho sobre su liderazgo a sus hermanos, y aun para su propio consuelo y su autoestima, necesitaba una renovación por parte de Jesús, una disciplina.

 

Pedro estaba siendo llevado por Cristo al restablecimiento de su verdadera posición.   Pero había que trabajar a ese nuevo Pedro, no podía ser el mismo.

 

De la misma manera muchos de nosotros como Pedro, hemos negado tener una relación con Jesús. Hay muchas formas y maneras o actitudes que dicen a voz de cuello, yo no tengo a Cristo en mi vida,  pero solo quiero referirme a una que es central, que es común denominador de muchos y es esta: ... Negamos a Jesús cuando no asumimos nuestros compromisos con Él.

 

Un cristiano sin compromiso es aquél que lucha entre su inclinación al mundo con  los placeres que él ofrece, y la necesidad que tiene de ordenar su vida conforme lo establece la Palabra de Dios. Sabe que el camino de la Palabra llenaría su vida, pero se deja tentar por la mundanalidad. Actuamos igual que el apóstol Pedro cuando Jesús fue llevado Jesús a casa del sumo sacerdote, ¿Qué hacía Pedro? “Y Pedro le seguía de lejos” (Lucas 22:54b).

 

Si tu, querido lector o lectora, reconoces que tu vida cristiana ha sido superficial, posiblemente estás experimentando falta de compromiso, y como Pedro, sigues al Señor... pero de lejos... Lucas 22:55 revela a Pedro mezclado con la multitud. Eso nos pudiera ocurrir a usted y a mi cuando no le revelamos a nadie que somos creyentes y queremos pasar desapercibidos, por temor al qué dirán. Cristianos de incógnito son los que abundan en nuestro tiempo.  Como un film que vi llamada “Cristiano de la Secreta” ¿Esta es tu actitud?, pues si como Pedro, esa es tu actitud, nunca podrás ver a Jesús de frente. Si un cristiano con esta actitud es reprendido, o exhortado por el pastor de la iglesia, dirían: ¿Este piensa que puede venir a decirme lo que él quiera a mi cara? Pero si se les apareciera Cristo mismo y Él les amonesta, de inmediato se humillará, llorará de amargura y le seguirá de cerca. No se si eso lo pensó Pedro, lo que si sé es que él reconoció su error y su traición (Lucas 22:61-62).

 

Ahora continuando con la escena de ese día de vergüenza, el Señor nuevamente el preguntó, “Simón hijo de Jonás, me amas”. Cristo al darle su distintivo familiar “hijo de Jonás” llamaba su atención, como reclamando: “no te hagas el desentendido, tu sabes que te estoy preguntando si me amas, no si me quieres”.  En el Nuevo Testamento esa cita en griego es “agapao” (amor más noble), aquí Cristo está tratando de abrir más la herida de Pedro.  Ahora no usa “más que estos”; ahora no hay un punto de comparación.  El Señor está tratando de sacar de Pedro la confesión de su pecado, pues Él quiere restaurarlo en su gracia. Así como a Pedro, Dios tarde o temprano saca a la luz nuestro pecado, pues Él quiere restaurarnos en su gracia.

 

Pedro responde como protestando por la insistencia de Cristo: “Sí, Señor, tu sabes [por conocimiento (ginosko) tu me conoces] que te (phileo = te quiero) amo [fraternalmente]”. No se sentía digno de expresarle que lo amaba después de su negación. Estaba avergonzado al máximo, tenía miedo, sentía dolor. Y el Maestro le dijo: “pastorea mis ovejas”.

 

Ya no es un simple alimentar –apacienta- ahora era atender la responsabilidad completa del cuerpo apostólico, de sus condiscípulos, no importa si eran jóvenes, o poco experimentados, era ejercer con Su autoridad, esa era su responsabilidad.

 

Dios conoce tu pecado, confiésalo para que Él te restaure en Su gracia. Ahora le dice “ejerce tu llamado de manera permanente y continua; Ahora tus funciones como pastor, son más elevadas”.

 

 Cristo le vuelve a preguntar “Simón hijo de Jonás, ¿me amas? (v. 17). Era la tercera vez, le recalca su distintivo familiar: hijo de Jonás. Fue la incisión más profunda, como aquellos clavos en las manos del Maestro, como aquellas espinas de la corona en su frente. Ahora Pedro sintió que el dolor perforó su corazón. Esta tercera vez lo revela todo, trae a su corazón los tristes recuerdos de su negación. Tres veces negó que no le conocía. Tres veces le dijo a Jesús tu conoces, tu sabes que te amo.  Convenía que lo sintiera. Con la misma amargura que lloró al cantar el gallo, ahora gemía por el recuerdo de su pecado, y le respondió:  “Señor, tú conoces todas las cosas. Tú sabes que te amo”.

 

Este doloroso diálogo terminó con un cariñoso y grato: “apacienta mis ovejas”. Ya no había ni una mancha en el horizonte de la vida de Pedro, estaba renovado, había sido habilitado a su posición de liderazgo, con la autoridad de Cristo.

 

Dios quiere que sus hijos, que por alguna razón, han cometido el error de negarlo por medio de una actitud pecaminosa, vuelvan arrepentidos a Él. Dios restaurará cualquier vida, no importa de quién se trate o cual sea su falta, Él lo hará.  No permitas que el pecado continue su avance creando una metástasis en tu corazón. Recuerda, el gallo cantará siempre, es lo natural y si hoy has escuchado ese canto, ven a Jesús y llora amargamente, arrepentido(a) y Dios te habilitará para Su servicio.

 

Se dice que Pedro murió clavado en una Cruz, el mismo final de la vida del Maestro, pero no considerándose indigno de tener una muerte igual, pidió ser crucificado la cabeza hacia abajo.

 

Cristo en el v. 18 le describe como sería su muerte, con la que glorificaría a Dios: “Simón, no sólo alimentarás, y cuidarás mi rebaño, a estos discípulos que ahora te entrego, sino que también, después de una larga trayectoria de servicio para mi Padre aquí en la tierra, serás contado digno de morir por mi nombre”

 

Cristo está vivo y Pedro fue perdonado. El amanecer ya no le recordará su fracaso. ¡de allí en adelante le recordaría el perdón y la paz que encontró en el Cristo Viviente! Y si Él le perdonó, Él perdonará a todos. De allí en adelante nunca más Pedro negó al Señor, ni aun ante la sentencia de su muerte.  ¡Y pudo enfrentar la muerte por porque Cristo murió por él! No lo negó, porque Él le perdonó. ¿Cómo dar la espalda a tanto amor y perdón?

 

Mirta de Robledo, una mujer de Argentina, dijo lo siguiente: “El día que conocí a Cristo descubrí que tenía una gran carencia.  Yo, una mujer descreída, irónica y autosuficiente, no tenía amor.  Pude ver ese día cómo se servían unas a otras las personas que me habían invitado por primera vez a la iglesia.  Me impactó el cariño y la ternura; quise sentir ese amor.   No fueron palabras, oraciones, ni argumentos que me convencieron. ¡Fue el amor!  El Señor, que nunca llega tarde, me inundó el alma con brasas…brasas de fuego, fuerte llama de amor. Pasó el tiempo y sucedieron muchas cosas en mí vida.  Me alejé de Dios.  Creía que podía vivir sin Él, pero no era posible.  Me iba muriendo poco a poco y mi alma, en su agonía, clamaba.  Anhelaba sentir un soplo del amor de Aquel que me había amado hasta su propia muerte. -El amor no hace preguntas; el amor es la respuesta.  Las muchas aguas no pudieron apagar el amor de mí Salvador. -  Con ternura Jesús me tomó en sus brazos y me atrajo nuevamente a su corazón. [1]

 

Querida lectora ¿estás sola? Querido lector ¿estás sólo?, sientes que nadie te comprende? ¿Crees que a nadie le importas?  Pregúntenme…y les contaré cuan infinito es el amor de Dios por usted.”

 

Amigo, en la los días de la Semana Santa (antes y después de ella), haz leído con intensidad el mensaje de Cristo en estos escritos. Aunque no te veo, me parece que en tus ojos hay compasión y siento que sufres hambre por la verdad. Pronto yo voy a ir al encuentro con el Salvador a quien servido más de 40 años ¿quieres tu tener la misma seguridad que yo tengo? Entonces ten un encuentro con Él hoy.  El Único que murió y resucitó, te ama, y te ofrece nueva esperanza, nueva vida. Él me perdonó ¿No te abrirías tu también a un perdón tan inmenso? El te pregunta, mencionando tu nombre, ¿me amas? Para guiarte en tu respuesta a Jesús hoy, te invito a leer el artículo: “El día de la reconciliación” publicado en la web “La Palabra de Verdad” en este link: http://www.lapalabradeverdad.net/search?updated-max=2018-03-31T12:41:00-05:00&max-results=7&start=7&by-date=false

 

 

 

Bendiciones



[1] Ilustración usada por el Lic. Roberto Ozuna en su sermón ¿Amor Verdadero o Amor Hipócrita? basado en Juan 4:7-21.

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