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LA IGLESIA - 01.- Una Iglesia Debilitada en un Mundo Necesitado





 Mateo 17:14-20

Durante la ausencia de Jesús en su grupo discipular, un hombre llevó a los discípulos a su hijo epiléptico. El evangelio de Mateo describe al muchacho con el verbo seleniazesthai cuyo significado literal es lunático. El estado del muchacho era tan serio que era un peligro para si mismo y para los demás. Al regreso de Jesús con su grupo, el padre de ese muchacho dio un suspiro de alivio, y podemos ver al maestro haciéndose cargo de una situación que estaba totalmente fuera de control. Con una palabra severa y fuerte ordenó al demonio que se fuera y el niño quedó curado. Esta fue una demostración de impotencia por parte de los discípulos de Cristo en ese momento. Esto ocurre después de una gran manifestación de poder hecha por Dios en el monte en la transfiguración de Jesús.  Dios permitió está situación para probar la compasión de los discípulos de Jesucristo que esperaban al Señor y a tres de ellos que fueron testigos de algo tan grande como fue el evento registrado en Mateo 17:1-8, donde el Padre de los Cielos devela una impresionante revelación ante Pedro, Jacobo y Juan que componían el círculo íntimo de Jesús. Ellos vieron una nube brillante y escuchar una voz que aprobaba explícitamente a Jesús como el Mesías esperado por los siglos. Este hecho pudo haber ocurrido el Monte Hermón cerca de Cesarea de Filipo. Este monte se eleva a unos 3.000 m. sobre el nivel del mar. Estaban ellos con Jesús, en un lugar muy remoto y privado ideal para enseñar a sus líderes. Mas sin embargo sus discípulos fallaron ante la necesidad de ese padre que suplicaba por su hijo endemoniado, mientras su Maestro era gloriosamente transformado en lo alto del monte Hermón, los discípulos fracasaban estrepitosamente abajo en el valle. Como representantes de un Señor ausente, ellos fracasaron.  ¿Qué ocurre cuando la iglesia no da fruto? Una iglesia puede tener palabras sin obras, promesas sin realizaciones y popularidad de poder sin poseerlo. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas registraron cada uno un fracaso de fe que siguió inmediatamente a la transfiguración de Jesús.

Hoy nosotros también representamos en nuestra iglesia a un Señor ausente físicamente. El mundo viene a nosotros con sus necesidades desesperadas y preguntan: ¿Pueden ayudarnos?  La iglesia fracasa en la ayuda a los sufrimientos humanos porque le falla la fe. Este relato está lleno de cosas significativas. Una de ellas es que nuestra falta de fe entorpece la obra de Cristo.

Pastor la humanidad sufriente espera
ayuda de la iglesia que tu diriges

El padre del joven epiléptico de nuestra historia representa a todos los que vienen desesperados a la iglesia de Cristo en busca de ayuda. Los nueve discípulos fracasados nos recuerdan a la iglesia que no tiene la fe que marca la diferencia. 
Todo esto que hoy nos sucede hace que los enemigos de la iglesia de Cristo critiquen la falta de fe y servicio que como representantes del Reino de Cristo en la tierra tiene el pueblo de Dios.  En Marcos 9:14 se hace notar la presencia de cínicos escribas que ridiculizaban a los discípulos ante la gente a causa de su falta de fe. Cuando la fe la iglesia falla, damos motivos a los críticos de Cristo. 
Pero esto turbó a los discípulos por su falta de fe. Frente a los fustigadores y la multitud de espectadores, esos nueve discípulos que quedaron abajo, sin la presencia física de Jesús, no pudieron dar fruto, y como consecuencia, por generalización, el fallo de los discípulos, era el fallo de su Señor. Hoy hay pastores, hoy hay iglesias locales que está aturdidas, turbadas por ver su sociedad desamparada.  Gente que, sin respuesta a sus dificultades a sus conflictos, a sus crisis viven desamparados por la falta de fe. Difícilmente encontramos un cuadro más triste en el N. T. que el de este padre desesperado cuya última esperanza de ayuda era Jesucristo. Su único hijo estaba poseído por el mal y era arrojado en lugares peligrosos. Nuestro mundo está poseído por fuerzas que destruyen la vida y que sólo Cristo puede cambiar. Se duda del mismo Cristo cuando nuestra fe falla y no podemos sanar a los afligidos.

La culpa de la falta de fe
corresponde a los discípulos

La falta de fe es el fallo fundamental en el discipulado hoy en día. Cuando Cristo en ese momento de la historia gritó: ¡Oh generación incrédula y perversa! (v.17), no excluyó a los discípulos. La incredulidad trastorna el mundo en que vivimos. Los nueve discípulos personificaron la perversa incredulidad que caracterizaba el mundo en general. En lugar de cambiar la incredulidad del mundo, se unieron al mundo de la incredulidad.   Aunque no lo imagines, querido pastor, la falta de fe causa dolor a Jesucristo:  Sus palabras revelan la incapacidad de los discípulos para conectar su poder con la confianza. A Cristo le dolió la falta de confianza más que todo lo demás. No es que Jesús diga que quiere deshacerse para siempre de los discípulos. Lo que dice es ¿Cuánto tiempo debo estar con ustedes para que comprendan?  No hay nada más propio de Cristo que la paciencia. Cuando estamos a punto de perder la paciencia con los demás, recordemos la paciencia infinita de Dios para con nosotros.   Por experiencia propia, se lo difícil y desesperante que es conducir un rebaño de personas, ovejas para nosotros, que deciden andar cada uno como quieren y no como se les enseña.

Reconozco que el ministerio meramente mecánico hace fallar la fe y ministrar de esa manera (mecánica) desde nuestras oficinas, ignorando las personas con las que tenemos que trabajar, las familias, padres, madres, jóvenes, niños, ancianos y todos con sus crisis, con sus éxitos, son nuestra mayor responsabilidad. Alimentar la fe de ellos en Dios, encontrar soluciones y respuestas a sus problemas, estimularlos a ser parte de la iglesia y dar buen testimonio. Asistirlos en sus dificultades y ayudarles a solucionar sus conflictos. Enseñarles con ejemplo a hacer la tarea, es nuestra invaluable responsabilidad.  Cristo había comisionado antes a los doce para hacer exactamente lo mismo que aquí no pudieron hacer (10:8). No podían limitarse a hacer los mismos gestos, repetir el ritual y conseguir algo. El servicio que transforma vidas debe apelar continuamente a los recursos de Cristo si es que se quiere cambiar algo.

La restauración de la fe requiere
reconocer nuestras fallas

Los discípulos se acercaron sabiamente a Jesús en privado para preguntarle por qué había fracasado su ministerio. Hacemos bien en llevar nuestros fracasos en la fe a Cristo para su corrección. 

Una fe minúscula puede hacer un gran milagro: La mostaza crece desde ser la más pequeña semilla hasta hacerse el más grande arbusto de huerta. Evidentemente la fe de los discípulos había menguado y no llegaba siquiera al tamaño de un grano de mostaza. Pastor entiende esto: “Fracasamos no por la fuerza de la oposición, sino por la falta de fe”. 
 
La fe pequeña puede mover lo inamovible: Mover una montaña era una expresión proverbial para superar grandes dificultades. En otro lugar Jesús afirmó que la fe puede desarraigar lo que parecía estar permanentemente arraigado.  “La fe en Dios es el instrumento que permite a los hombres quitar las montañas de dificultades que obstruyen el camino”.

Aquí quiero incluirme también como pastor, y es que nuestra falta entorpece la obra de Cristo, la culpa de la falta de fe corresponde a nosotros. En aquel momento sus discípulos lo entendieron y por lo tanto reconocieron su error y se sometieron a Jesús para que Él restaurar en cada uno de ellos la fe. Amado pastor la restauración de la fe requiere reconocer nuestras fallas   
Nosotros no subimos al monte de la transfiguración para edificarnos tres enramadas, para poder permanecer allí, sino más bien para recibir un toque del cielo para, enseguida, traerlo abajo al triste y sombrío valle del mundo. Quiera Dios que podamos salir de la experiencia revestidos del poder que la multitud vio en Jesús (Mar. 9:15), y para vivir vidas transfiguradas, cambiadas, convertidas entre nuestros amigos, vecinos, familiares y sobre todo ante la iglesia y la comunidad que la rodea.

E.Torres.M


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